sábado, 6 de agosto de 2011

Yayoi Kusama en el Museo Reina Sofía


La exposición que podrás ver en el Museo Reina Sofía muestra una retrospectiva de su fructífera carrera artística durante seis décadas. 150 piezas -esculturas, pinturas, collages, dibujos, instalaciones, películas y performances- que, como ella misma asegura, mantienen una estrecha relación con su salud mental.

Yayoi Kusama nació en Matsumoto (Japón) en 1929 y está considerada una de las artistas contemporáneas más importantes de su país. Aunque muchos la etiquetan como una figura exclusiva del arte pop, lo cierto es que su obra se mueve también entre lo conceptual, el surrealismo y el expresionismo y está impregnada de contenido autobiográfico, feminista y sexual. A lo largo de su dilatada carrera ha practicado la pintura, la fotografía, la escultura, la literatura, las instalaciones y los happenings.

Pionera del arte feminista, atrevida, cosmopolita, alérgica a las etiquetas, emprendedora, inquieta, con el don de la palabra escrita convertida en idea, sueño y pesadilla, reiterativa, acróbata de las formas, croupier de las tonalidades, su obra se expande en un interminable cosmos de lunares en todos los tamaños y colores con los que la artista se funde formando un todo fascinante, comunicativo, expansivo y esencial.

Yayoi se unió en 1957 a la oleada de artistas japoneses que decidieron abandonar el país entre los años 50 y primeros 60, instalándose primero en Seattle y desde junio de 1958 en Nueva York. Aquí entraría en contacto con la vanguardia artística de la ciudad, entre la que se encontraba el célebre Andy Warhol. Como obras destacadas de estos primeros años se encuentran en la exposición los cuadros de redes infinitas, óleos casi monocromáticos en color blanco con multitud de pequeños golpes de pincel.

De los 60 destacan sus esculturas acumulativas, muebles y ropa que la artista transformó añadiéndoles formas fálicas de tela cosida rellena, y otros objetos cotidianos como zapatos, maletines y peines que recubría con macarrones y pintura dorada y plateada. También queda recogida en la exposición su faceta como creadora de happenings, gracias a una grabación de la época que se proyecta en una de las salas.

Yayoi volvió a Japón en 1973 tras la muerte de su gran amigo y padrino Joseph Cornell. Intentó levantar varios negocios relacionados con el arte que no fructificaron y finalmente en 1977 tras sufrir varias alucinaciones y ataques de pánico se internó de forma voluntaria en una institución psiquiátrica, en la que sigue actualmente.

La última etapa de la producción de Yayoi Kusama es una obra vibrante, luminosa y llena de fuerza, con una explosión de colores y formas. Impresionante resulta el montaje Infinity room, creado especialmente para esta exposición y en el que plasma su obsesión por el infinito. Se trata de una habitación con espejos y luces de colores en las que el espectador apenas es capaz de distinguir las dimensiones del espacio debido a los infinitos reflejos que proporcionan unos espejos sobre los otros.

La exposición de Yayoi Kusama estará en el Reina Sofía hasta el 12 de septiembre.


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