martes, 15 de marzo de 2011

TIQQUN (II) Algunas ideas

Tiqqun parte de la evidencia de la catástrofe, del mundo como catástrofe. Ante ella. dicen, están los que se indignan y los que toman nota, los que denuncian y los que se organizan. Tiqqun está al lado de los que se organizan.

La catástrofe específica de la situación en la que vivimos se llama “guerra civil mundial”, donde nada es capaz de limitar el enfrentamiento de las fuerzas presentes. Ni siquiera el derecho, que entra en juego como otra forma del enfrentamiento generalizado.

La “guerra civil mundial” tiene un estrecho vínculo con la hegemonía del “liberalismo existencial”, es decir, el hecho de que se admita como natural una relación con el mundo fundada sobre la idea de que cada cual tiene su vida. Que ésta consiste en una serie de elecciones, buenas o malas. Que cada uno se define por una serie de cualidades, de propiedades que hacen de él un ser único e irrepetible. Que el contrato resume adecuadamente el compromiso de los seres unos con otros, y el respeto, toda virtud. Que el lenguaje no es más que un medio para hacerse entender. Que el mundo está compuesto de cosas a gestionar y de un océano de yo-yo.

En este mundo, todos hemos sido educados como supervivientes, como máquinas de supervivencia. Hemos sido formados en la idea de que la vida consiste en marchar, marchar en medio del hundimiento de otros cuerpos que marchan idénticamente, tropiezan y luego se hunden, a su vez, en la indiferencia. La novedad hoy es que esto se sabe.

De alguna manera, la política (de izquierdas o alternativa o autónoma) está contaminada por el liberalismo existencial: se fetichiza la forma organizativa (asamblea, etc.) donde los individuos se reunen, abstracción hecha de los mundos de cada uno – de las redes de cosas, hábitos, de fetiches, de afectos, de lugares y de solidaridades que conforman el mundo sensible y le dan consistencia. Como ponemos todo esto entre paréntesis cuando hacemos política, todo lo que nos aferra a la vida, negándonos a asumirlo colectivamente, siempre llega el día del agotamiento y el fin de la movilización, donde cada cual se reencuentra (felizmente, aunque no se admita) con sus hábitos abandonados, con las pasiones cruciales, todo ello bajo el infecto signo de lo privado.

(+ info: www.mesetas.net)

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